Después de 10 días de trabajos intensivos, el alcalde de Wuhan (China), Zhou Xianwang, ha entregado este domingo al personal médico del Ejército Popular las llaves del nuevo hospital, el Wuhan Volcan, para dar respuesta a la alerta sanitaria del coronavirus. El lunes ingresarán los primeros pacientes. Las imágenes de su construcción han dado la vuelta al mundo como ejemplo de tesón y poderío. ¿Cómo se puede levantar en tan poco tiempo un centro médico con 1.000 camas?
Por mucho que sorprenda la rapidez de ejecución, el mastodóntico hospital no es ningún prodigio de la tecnología. «Han reproducido la técnica norteamericana de construcción. Son expertos en imitar y acortar tiempos», asegura el arquitecto Ramón Araujo, director del Máster de Construcción y Tecnología en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM) y autor, entre otras obras, del hospital Infanta Leonor de Madrid. «Lo que sí es admirable es su empuje, su vitalidad y su capacidad de organización con un volumen de mano de obra ingente. Pero repito, no hay ninguna innovación», afirma.
Ubicado a unos 25 kilómetros de la zona metropolitana, en una extensión de unos 34.000 metros cuadrados (cinco veces el Bernabéu), el Hospital Wuhan Volcan ha sido levantado siguiendo el modelo del Hospital de Xiaotangshan, que se construyó en Beijing en tan solo siete días durante la epidemia de SARS de 2003, y que fue clave en el control y tratamiento del brote. Wuhan Volcan prevé acoger a los afectados por el virus que ya suman en torno a los 14.380, mientras escribíamos este artículo, y más de 300 víctimas mortales. Para ello, docenas de grúas han trabajado día y noche junto con miles de obreros montando piezas.
El sistema de construcción es el mismo que el de un edificio de oficinas europeo, cuenta Araujo: «Son estructuras metálicas prefabricadas que se unen con tornillos. Es posible levantar un piso cada día. Solo hay que colocar los módulos (fachadas y bloques de interiorismo) que vienen completamente montados, con sus ventanas y sus instalaciones. No van ladrillo a ladrillo. Es lo más parecido a montar un vagón de tren», explica.
Se trata de una técnica que se basa en la industrialización y la fabricación y que no es ajeno al mundo occidental. «Es lo que se hizo en los años sesenta o setenta para refundar Europa tras la Segunda Guerra Mundial, pero sin ese aire tan enloquecido que tiene lo chino y lo árabe», señala el arquitecto.